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Sinopsis de Diógenes, El Cínico
Enviado por Donanfer
Publicado el 2011-03-28 20:20:33
Libro Diógenes, El Cínico


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Diógenes, conocido como El Cínico, nació en Sinope, una ciudad de la región de Paflagonia. Delatado junto a su padre de adulterar monedas falsificándolas cuando su progenitor fue recluido a prisión temiendo él sobrellevar idéntica suerte. Cuando estuvo frente el maestro, Diógenes le rogó ser su discípulo, sin embargo Antístenes, asestándole un buen golpe con su bastón, lo refutó y acabó rechazándolo. Lejos de darse por vencido, Diógenes inclinó la cabeza ante él y le incitó a que le siguiera pegando diciéndole " Pega, pega. Semejante actitud tomó por sorpresa a Antístenes, quien por fin terminó aceptándolo como discípulo. Casi desterrado, lejos de su tierra y sin recursos, Diógenes se encontró sumido en la pobreza más extrema. Un día al observar de qué manera un pequeño ratoncillo caminaba a prisa y saltaba, exento de miedo y preocupación por ser sorprendido; y no pareciendo angustiado por no hallar consuelo ni alimento, hizo reflexionar a Diógenes sobre su existencia. Todo sus bienes no eran mas que una jarra, una bolsa, un bastón y su célebre tinaja. Donde vivía, Diógenes trataba a todo el mundo con ironía, y de un a forma aviesamente socarrona . Inculpó a Platón y a sus seguidores de superficiales y frívolos. Censuraba a los grandes oradores tildándolos de “esclavos de la gente". Nadie podía escapar de sus mordacidades hirientes. Se alimentaba, hablaba y dormía donde y cuando le venía en gana. Caminaba descalzo e transgredía todas las “normas" de la “buena costumbre". Pero cuando, por otro lado, observaba a los agoreros, a los intérpretes de sueños y a los que se creían grandes e importantes por tener honores y riquezas, no podía menos que imaginar r que el hombre era el más idiota de los animales"..Un día, Diógenes, intentó dar un discurso en plena calle sobre algo que él imaginaba importante y grave para los atenienses. Sin embargo, nadie parecía prestarle atención. La gente pasaba de largo, sin prestar atención a sus palabras. Entonces empezó a gorgojear y trinar como un pájaro. Pronto estuvo rodeado de una muchedumbre que no dejaba de mirarle, pasmada. Inmediatamente, el filósofo se valió de la ocasión para recriminarles su actitud: " Os paráis a escuchar como un tonto imita a un pájaro y pasáis de largo cuando un sabio os habla de cosas que deberían importaros".La anécdota de la linterna resultó una de sus màs famosas fábulas. Paseaba el sabio unas noche con una antorcha encendida en la mano, y alguien le pregunto qué buscaba- "Busco un hombre", respondió..Cuando Alejandro Magno pasó por Corinto y enterado de que Diógenes andaba por allí, quiso por conocerlo. El gran Alejandro lo sorprendió tomando el sol, recostado, casi tumbado, al lado de su tinaja y le dijo: “Soy el gran rey Alejandro". “Y yo el perro Diógenes", rebatió el filósofo. “¿No me tienes miedo?", preguntó el gobernante. “¿Eres bueno o malo?", inquirió Diógenes. “Soy bueno", contestó Alejandro. “Y por qué debería temer a alguien que es bueno?", sentenció el sabio. Alejandro Magno se quedó deslumbrado ante las respuestas y comentarios de Diógenes. No era extraño. El sabio menesteroso era un hombre que parecía estar por encima de todas las desvelos mundanos. “¿Quién de los dos es más rico: el que se complace con su manta y su bolsa, o aquel que poseyendo un reino entero no se satisface nunca, jamás se conforma y se expone cotidianamente a múltiples peligros sólo para extender sus límites?".Esta pregunta dejó desorientado al gran Alejandro. Los miembros de su corte se sentían sumamente ofendidos por el trato que recibía el filósofo por parte del gobernante, sin siquiera haber puesto los pies en el palacio. “Si no fuera Alejandro Magno, me gustaría ser Diógenes".En Egina, Diógenes fue apresado y llevado al mercado de esclavos para ser ofrecido para la venta. No parecía inquietarle demasiado la situación. Es más, propuso a la multitud que si alguien quería un amo, lo comprasen a el. Un hombre llamado Xeniades terminó comprándolo; le confió la educación de sus hijos, labor que el filósofo realizó escrupulosamente, y por haber cumplido con su trabajo devotamente, le otorgó la libertad. Durante el tiempo que fue esclavo, algunos de sus amigos pretendieron liberarlo. Pero Diógenes siempre se terminó negando, argumentando que “el león no es esclavo de quien lo alimenta; el que alimenta es esclavo del león". Al repasar su vida, Diógenes decía no sin esbozar una sonrisa complaciente que todas las execraciones de las tragedias habían caído sobre él. Nunca contó con casa, ni ciudad, ni país, y vivió en la pobreza día tras día; pero enfrentó al destino con tenacidad, a las reglas con la naturaleza, y a las perturbaciones del alma con la razón. Algunos dicen que, aproximándose a los noventa años, comió algo en mal estado, se indigestó y murió. Otros sostienen que cuando se sintió a esa edad como una pesadísima carga insoportable de sobrellevar, él mismo contuvo el aliento y causó su propia muerte. Al lado de la tumba donde fue inhumado, el pueblo de Atenas erigió un perro de mármol blanco, en honor al apelativo que se había ganado en vida por la forma como vivió. Su muerte coincidió con el primer año de las decimocuartas olimpiadas griegas, el mismo día que Alejandro Magno dejó de existir en Babilonia.





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